Seguir a Jesús: un compromiso renovado

Las despedidas son experiencias que dejan un especial sentimiento y sabor en la vida. Una despedida mediada por la ruptura o alguna otra experiencia dolorosa pareciera ser el mejor camino para "librarnos" de aquello que nos causa dolor y sufrimiento. Una despedida en medio de buen tiempo, en medio de buenos momentos conqueridas y lindas amistades deja el sentimiento de no querer partir y un deseo de pronto retorno.
No en vano ha sido bien expresado en las letras de un vals nuestro “Dicen que las despedidas son muy tristes”.

Despedirse se ha convertido en algo especial. Representa el cerrar un momento, un período o una actividad. Durante nuestra vida estamos despidiéndonos constantemente de alguien o de algo. Hay diversas despedidas: nos despedimos de nuestros años de infancia, adolescencia, nos despedimos de ciertos bienes en la medida en que vamos creciendo, nos despedimos de la escuela/colegio/universidad, nos despedimos cuando viajamos, nos despedimos de la soltería, de nuestros padres cuando formamos una familia, incluso nos despedimos de nuestros seres queridos cuando estos/as dejan de vivir. La despedida es algo especial y en cada lugar se practica de manera particular.
¿Cuántas veces alguien ha partido sin la oportunidad de despedirse de algún ser querido? Hay historias tristes que cuentan sobre familiares, amigos/as que jamás pudieron decir "adiós" o "hasta pronto". Sin embargo, el evangelio de Lucas 10:51-62 nos confronta con una historia algo incongruente respecto a las despedidas.
¿Por qué Jesús se niega a que sus oyentes se despidan de su fam
ilia o a que enterrando a su padre pueda despedirse del fallecido? ¿Se trata acaso de una negativa a despedirse o es otro el asunto que nos presenta el dialogo que leemos? Lo que nos ayuda a darnos cuenta que Jesús no se niega a las despidas es que a ambas personas Jesús les invitas a seguirle. El tema del seguimiento toma especial importancia en nuestro texto y nos invita a meditar en lo que implica seguir a Dios.

Al leer este texto, inmediatamente viene a mi recuerdo las palabras de Rut a Noemí: "Iré a
donde tu vayas, y viviré donde tu vivas. Tu pueblo será mi pueblo, tu Dios será mi Dos. Moriré donde tu mueras y allí seré sepultada". (Rut 16-17) Hay que entender que la realidad de ambas afirmaciones son diferentes, pero la afirmación "Te seguiré a dondequiera que vayas" de Lucas 10:57 tiene estrecha relación con las palabras de Rut. Ella no estaba tirando las palabras al aire de manera ligera ni empujada por la emoción, Rut estaba haciendo una profesión de fe, una transformación pública hacia el Dios que Noemí profesaba y seguía. En su condición de mujer despojada de todo, sin garantía de vida Rut decide seguir a Dios y caminar hermanada con su suegra.

La irónica respuesta de Jesús a la persona que entusiasmadamente quiere seguirle, no pone en duda el seguimiento, pero advierte sobre lo duro y difícil que es hacerse discípulo o discípula de Jesús, sobre lo desafiante que es el seguimiento. Las metáforas de la madriguera y el nido nos permite tomar en cuenta que el seguimiento guarda relación con el "despojarnos" lo cual no quiere decir abandonarnos o perderlo todo. El despojarnos de nuestra fijación en lo material, a considerar los objetos y bienes como medios para vivir y promover vida pero no como un fin en sí.
Por otro lado, pareciera que Jesús se negara a que una de las personas enterrara a su padre, o a que alguien se despida de su familia. Como he afirmado al inicio, las despedidas son un buen proceso de continuidad o discontinuidad, pero lo que Jesús está tratando de expresar es el prevenirnos sobre las consecuencias de estas despedidas; es decir, que habiendo expresado nuestro deseo de seguirle y ser sus discípulos/as, abandonemos este compromiso o lo hagamos a medias debido nuestra adherencia o fijación a otros compromisos.
El seguimiento significa un cambio de nuestras prioridades. Ahora que somos discípulos y discípulas de Jesús asumimos a Dios como nuestro único Dios. Nuevamente, esto no significa que dejemos de lado o abandonemos a nuestra familia, seres queridos, u otros compromisos y despedidas. Con Dios en nuestras vidas la vida cambia y seremos capaces de amar sinceramente a quienes aparentemente dejamos. Nuestro amor es capaz de crecer y trascender más allá de nuestras vivencias. Por eso mismo Jesús anima a una de las personas a ir y proclamar el reino de Dios (v.60)

¿Cómo proclamar el reino de Dios si no se ama a los nuestros y a los que no son nuestros? Aquí está el meollo del seguimiento, que nos permitamos ser seguidores y seguidoras en cada momento y a través de cada acción. Proclamar el reino de Dios no es otra cosa que promoverlo activamente mediante actos de amor y justicia. No es el tipo de justicia, más bien venganza, que sus discípulos o mensajeros querían practicar cuando los samaritanos no los recibieron ni les dieron alojamiento descrito en los versículos 51 al 55; sino, una justicia que permita vida, que promueva dignidad, que haga posible en medio del dolor y sufrimiento la esperanza.

Sufrimiento y esperanza van juntos y permiten que el reino de Dios tenga sentido. Dios permitió que Jesús nos diera esas señales de su Reino en medio del sufrimiento y dolor, allí donde el sinsentido, el olvido, la apatía, las riñas, la envidia y otras expresiones demoniacas se hicieron y se hacen presente Dios permitió y continua permitiendo que podamos recibir el regalo de la liberación. Y liberación no es algo mágico ni algo que quiebra el hechizo, la liberación que Dios nos da nos permite ser conscientes de nuestra realidad -sea cual fuera- y cambiar.

Este regalo es para continuar viviendo libres de aquellas situaciones que nos hacen esclavos/as o que nos conducen a idolatrar personas u objetos. La esperanza se basa en el firme propósito de seguir a Dios, en los continuos cambios y liberaciones. Por algo este texto sigue a la liberación del endemoniado del domingo anterior. No existe proclamación del reino de Dios sin haber sido liberados, y tampoco existe compromiso de seguimiento sin ser conscientes y consecuentes con nuestra constante renovación. El discipulado o el seguimiento a Dios nos permite confirmar que es un compromiso que esta sobre bienes, familia, intereses personales pero que a la vez nos enseña a vivir en buena relación y de manera adecuada con ellos/as.

¿Qué representa entonces el seguimiento hoy? Que podamos ser sensibles a la presencia de Dios, al Espíritu Santo a fin de que los dones y capacidades que tenemos estén al servicio de nuestro prójimo: de quien conocemos y de quien no conocemos. Que este seguimiento pueda ser constante y siempre renovado. Si nos despedimos de una etapa de nuestra vida, entonces la que llega pueda también ser un revivir de nuestra relación con Dios y un aprendizaje de seguir promoviendo su amor, una motivación para renacer esa relación que inspire esperanza en medio de la desesperanza. El seguimiento quizá sea una decisión que se toma una vez en la vida, pero es un compromiso que se va renovando día a día y esta renovación tiene especial relación con aquello que toma prioridad, que se convierte en nuestra preferencia.

Tenemos el encargo de ir y proclamar el reino de Dios ¿De qué forma lo harías tu en tu realidad y situación personal? Dios está contigo y te ha dado dones para hacerlo, ¡Animo y fuerza! Porque seguirle significa actuar siempre en amor y esperanza.
Oremos con un autor anónimo: Señor, Las tensiones hacen interesante la vida. Pero, Señor, no permitas que se conviertan en alta tensión, porque mis fusibles se pueden fundir. No puedo soportar demasiada carga. Ayúdame con el poder de tu Espíritu para que pueda dejar de lado todas aquellas cosas vanas, innecesarias y superfluas, y así pueda seguirte con alegría y sin culpas. Amén.

Rev. Javier Ochoa

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