Que la gracia y paz de nuestro Señor Jesucristo, el que era, es y será siempre, esté con todos y todas.
En la actualidad muchas comunidades e iglesias, llamadas “históricas”, (Provenientes de la Reforma del siglo XVI y con una larga presencia en en Perú), nos preguntamos por qué hemos dejado de crecer, y cuáles son las razones por las que más bien sufrimos pérdida de membresía.
Los textos propuestos para los mensajes de los domingos anteriores, como Lucas 9, 51-62, confrontan a los cristianos y cristianas a un llamado de seguimiento sin ambigüedades, una clara definición de identidad, personal y comunitaria, la cual implica las relaciones afectivas, económicas y sociales.
Jesús envía a sus discípulos al mundo para vivir de una manera nueva y anunciar el Evangelio del Reino de Dios con palabras y hechos. Es decir que invita a sus seguidores y seguidoras a llevar a cabo una misión sin fronteras de lugar, sin distinción de personas y sin límite de tiempo, con la meta, el objetivo, de la cosecha final.
Dios desea intervenir en forma salvadora en el mundo (Isaías 66), y el Reino que estamos invitados a anunciar es eficaz en misericordia, paz y alegría para quienes lo aceptan. Pero para quienes no lo aceptan significa las oportunidades irremediablemente perdidas para una vida con sentido.
Embarcarse en el camino junto a Jesús no será siempre algo fácil. Sabemos que el Señor mismo no esquiva las dificultades de la cruz. Va el camino a Jerusalén.
¡Quienes decidan anunciar el Reino y vivir éticamente de una manera diferente a las muchas propuestas de vida en el mundo actual, donde prevalece el modelo del “hombre lobo del hombre”, no será siempre un lecho de rosas.
Pero, a pesar de ello Jesús no va solo. Él invitó a entrar en el Reino a otros. Felizmente, aún con sus fallas y limitación
es, muchos aceptaron. y, sus nombres quedan registrados en los cielos. El Señor siente simpatía de corazón por ellos, los tiene en cuenta y los considera aptos para enviarlos como sus testigos al mundo, así como él mismo fue enviado (cf. Juan. 20,21; Lucas 24, 44).
Me parece que con el envío de los setenta no se trata sólo personas individuales, sino que toda la comunidad cristiana es misionera. Y, la comunidad cristiana que no asume el mandato y la tarea de misionera de vivir y anunciar el Evangelio entra en una agonía fatal.
Esto es lo que no quiere nuestro Señor que suceda. Él quiere que su reino se haga realidad entre nosotros, tal como nos encomendó pedir en el Padrenuestro (Venga a nosotros tu Reino).
Por eso, además de enviar a sus amigos al mundo, entre los cuales nos encontramos nosotros, también nos ha dejado un programa y metodología de acción.
Primero, echen una mirada a su alrededor y descubran toda la gente que necesita una ayuda concreta en forma de pan, de vestimenta, de medicamento; que espera acompañamiento y contención; una palabra de perdón, de ánimo, de consuelo, de esperanza. (cf. Mateo 25, 31-46)
Miren a su alrededor y descubran cuanta gente ya está ocupándose y realizando servicios de amor solidario, generalmente de una manera sencilla y anónima.
Observen y tomen conciencia que el campo de acción es enorme y que la gente dispuesta a dar un testimonio desinteresado es absolutamente insuficiente, sobre todo en los lugares más necesitados.
Segundo, es sorprendente que la oración ocupa un lugar casi central en este programa.
Es necesario que en nuestras iglesias históricas recuperemos la importancia de la oración, sobre todo cuando estamos tan preocupados y ocupados en mantener lo que tenemos, tratando de reducir al máximo nuestros presupuestos y despidiendo a hermanos y hermanas bien dispuestos y capacitadas para los distintos ministerios necesarios para una misión de testimonio eficaz.
Oren, rueguen, insistan, pidan al dueño de la misión para que mande los operarios necesarios para tanta tarea. Tengan la certeza que él tiene recursos, caminos y posibilidades, que nosotros muchas veces no alcanzamos a ver. ¡Los que oran son lanzados a la acción!
En tercer lugar, me impresiona cómo este programa culmina con la alabanza, la oración de alabanza del mismo Jesús cuando los discípulos vuelven de la cosecha.
Finalmente también me parece admirable y todavía vigente la metodología misionera que Jesús enseña.
La recomendación de no llevar más que lo puesto, de mantenerse liviano y disponible, es sin dudas un aspecto que no podemos dejar fácilmente de lado cuando de nuestros actuales proyectos evangelizadores se trata. Pues, nos confronta con la pregunta ¿en quién confiamos? ¿En los valores del Reino de Dios? ¿En los valores de seguridad que nos ofrece nuestro mundo?
Tratar de asegurar todo en un mundo donde en realidad ya nada es seguro será sin dudas la mejor manera de desalentar y abortar antes de nacer cualquier intento de anunciar y testimoniar con entusiasmo y alegría la vigencia actual de la Palabra de Dios.
La recomendación de no llevar...también debe hacernos pensar en estar ligeros y sin cargas para estar dispuestos en el encuentro, a sobrellevar las cargas de aquellas personas que viven atrapados en la angustia, en la desesperanza, sin ningún sentido para sus vidas.
Jesús es tremendamente realista y no nos vende espejitos de colores. Él no garantiza el éxito la misión en su nombre. Se puede fracasar en el intento.
Pero sí nos garantiza su presencia en medio de dos o tres que estén bien dispuestos de hacer la opción de mantenerse abierto para recibir sus bendiciones. Nos garantiza también podremos contar siempre de nuevo con el poder de su Espíritu Santo para volver a empezar y por atracción convertirnos en bendición para otros y otras.
Me parece que el himno Nº 260, 1-4 del himnario “Culto Cristiano”, Editorial Metopress, Bs. As. 1976), es una buena síntesis para nuestro mensaje de hoy:
1. Un raudal de bendiciones,/ Sed en tanto que viváis, /Animad los corazones /Por doquiera que vayáis. /Refrescad, salvad las vidas /Que en la duda y el temor /Vagan tristes y afligidas /Por las sendas del dolor.
2. Un raudal de bendiciones/ Sed al débil; procurad /De su vida las acciones /Hacia el bien encaminar. /Al sediento en su agonía, /Al cansado en su labor, /Dadle un vaso de agua fría /En el nombre del Señor.
3. Se raudal de bendiciones/ Por doquiera que paséis,/ Compartiendo allí los dones/ Que por Cristo ya tenéis./ Y del agua de la vida/ Que bebéis, al mundo dad; /Es Jesús el que convida/ A la fuente de verdad.
4. Manantial de bendiciones/ Sed al mundo pecador;/ Conducid los corazones/ A Jesús el Salvador./¡De qué honor, oh Dios, me vistes!/ ¡Ser cual Cristo, mi Señor!/ ¡De las pobres almas tristes/ Ser un bálsamo de amor.
Yo no sé cual es el llamado específico que Dios tiene para tu vida. Yo no se de que manera Dios quiere que ustedes compartan las buenas nuevas de Jesús, pero si una cosa tengo certeza. Así como los discípulos se entusiasmaron en ver el Reino de Dios manifestándose a través de sus vidas, Cada uno también puede tener esta alegría de percibir las buenas nuevas de Jesús siendo compartidas a través de ustedes. Y esto es la transformación. Es la alegría de ser amado por Dios y y compartir este ardiente amor. Es la alegría de recibir el perdón de Dios y poder ofrecer el perdón a otras personas. Es la alegría de tener una vida transformada ey compartir estas buenas nuevas. Es la alegría de ser servido por Dios y de servir en nombre de Jesús. Amén.
Rev. Javier Ochoa
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